lunes, abril 30, 2007

Miguel, al partir.

En Las Acacias, Montevideo, un niño era vecino de una niña.
Jugaban a los autitos, trepaban el sauce llorón de la vereda, corrían en sus bicicletas por el asfalto recién alisado...él la llamaba a la hora de la siesta invocando su nombre con un sonido cantarín y gutural, y ella respondía saliendo contenta, siempre con algún bello y sencillo vestido que su madre cosía.
Algunas polaroid descoloridas los muestran muy unidos, juntos, de pie, con los brazos a los lados del cuerpo, sonrientes y entrecerrando los ojos ante el resplandor solar, con el barrio pobre y amplio de fondo.
Una vez, él le mostró una lechuza enjaulada que daba una vuelta completa de la cabeza sobre el eje de su cuello. Ella se asombró en principio, y se echó a llorar luego, creyendo que a la pobre ave le debería doler...el encierro en la jaula, claro está. Entonces, en honor de ella, él se ganó una paliza de su hermano mayor soltando esa misma medianoche a la lechuza, para que no volara a ciegas el pobre animal.
Y la pobreza, que se hacía amplia en el barrio y en el Paisito, empujó a la niña y a su familia a cruzar el río por sobre los puentes, tratando de ganarle la carrera a las carencias.
Así fue que ambos, cada uno de su lado del río, aprendieron prontamente a escribir y se hacían llegar algunas cartas de letra enorme y prolija a fuerza de su lentitud y de la atenta mirada de sus madres que colaboraban en la redacción.
Pero las oficinas de correos no fueron hechas para funcionar, así que muchas cartas y postales de cumpleaños se perdieron quién sabe dónde, al igual que el interés de ambos en enviarlas, fruto del advenimiento de la adolescencia y del crecimiento de las inseguridades y la timidez.
Se ve que él no halló a nadie más que atendiera su llamado. Así que resolvió abandonar su vida en una última carta que no necesitaría del correo, dirigida a sus más queridos, justificando su partida en la incomprensión ajena, el aislamiento que le producía no oír como todos oyen y no haber hallado a nadie que supiera escuchar sus palabras, que no sonaban como las de todos, a pesar de cargar los mismos significados.
Ella lo supo un día, del otro lado del río. No lloró. Pero cuando llora de soledad, se pregunta si él no habrá sabido esperarla. Y la única manera de comprobarlo que tiene es seguir viviendo, para que, al llegar al final de sus días, pueda saber si era él quien debía acompañarla y no tuvo la paciencia suficiente; o bien dejar la existencia sabiendo que la vida le deparaba otro amor, que no sería el de Miguelito (que ya era Miguel, al partir).

domingo, abril 29, 2007

Creo que fue culpa de Nick Drake


Escuchando a Nick Drake decidí enviarle estas palabras. Tomé la decisión (sin ninguna firmeza, por cierto) de que no nos veamos ni hablemos más. Creo que éste es el momento apropiado, antes de caer tristemente en la cuenta de que algo está marchitándose, como todas las flores que uno comete el error de cortar pretendiendo adueñarse de su belleza por unos días...sepa disculpar lo facilista de mi metáfora.

No hay mucho que decir, en realidad. Sólo cosas tales como que es una pena que no nos hayamos conocido en otro estado civil suyo, pues ahora hallo con justeza a ese tiempo transcurrido tan irreversible como la muerte misma. Y ahora sé bien qué es la muerte, desde que mi padre me falta.
Usted sabe que busco un amor. Un amor hermoso, que me colme y no me deje en paz, que se me meta por los ojos y los poros, que se me imponga y me derrote, que me doblegue, dulce e implacablemente.
Así que seguiré buscando.
Usted ya tiene un amor, y seguramente no recuerde cómo era no tenerlo, pero yo vivo esa falta todos mis días, y la estoy sufriendo en demasía.

Mientras escribo me voy arrepintiendo, pienso en nuestros pendientes, en las fotografías suyas que había imaginado, en Crimen y Castigo, en todo lo que le pedí que me enseñara y quedará trunco, en todas las palabras que le hubiese obsequiado inspiradas por su recuerdo, en putearnos frente a frente en la popular de algún Boca-River, en todas las sábanas de hotel que hubiéramos desarreglado, en que me hubiese gustado que me viera cantar creyéndome murguista en la gloria del Teatro de Verano Montevideano, en que nunca le leí el capítulo siete de Rayuela, en los dulces que le pedí descaradamente que me regale, en que a nadie le parecerán tan interesantes mis historias como a Ud...

Había considerado primeramente la posibilidad de esperar la llegada de ese momento de la decepción que Ud tanto recalcaba, pero prefiero emular una de sus retiradas gloriosas, que nadie nota jamás, que nadie recuerda, que nadie aplaude.
Y me despido de Usted y de sus oscuros y profundos ojos, de la varonil vibración de su voz, de su cuerpo en mi abrazo, de lo bueno y lo malo que Usted es.
Así que añado un nuevo y último capítulo para que relate a sus amigos, que tampoco conoceré jamás, aunque Buenos Aires es tan pequeña cuando se le antoja...
Le dejo mis besos, Usted los conoce. Me quedo con los suyos, todos los que quiso darme.

sábado, abril 28, 2007

sinsolucióndecontinuidad

la casa es un desastre, al gato se le antojó dormir en la mesada de la cocina y deja pelos que se pegan por todas partes, todo queda donde cae, me tendría que bañar, todos salieron, todos tienen algo que hacer, todos tienen a alguien, sólo yo estoy sola, mamá regresa mañana, no tengo tiempo de limpiar porque lo malgasté, tengo que escribir algo genial que convenza de mi talento al editor de una revista de minas en pelotas con notas sobre automóviles último modelo e imbéciles sugerencias para que tu novia te la quiera chupar sin asco o para que acceda a acostarse con otra para hacerte feliz por tres minutos que es el tiempo que durará tu erección estúpida antes de irte en seco al ver dos mujeres lamiéndose, los dibujitos animados para adultos de las tres de la mañana esta noche dejaron de ser inteligentes, los llamados a los amigos no consuelan, el dinero es siempre ajeno, la salvación es marca registrada de los otros, los cigarrillos se fuman mis canciones de murga, ese dolor siempre ahí clavándose bajo mi teta izquierda, cualquiera es más hermosa más inteligente y más afortunada, la envidia me hace odiarme, nadie se enamora de mí, empecé a usar la palabra cojer, no saludo a mi familia desde hace cuatro días, el cuerpo me traiciona, el cenicero se llenó en dos horas, debo dinero, debo tanto, soy tan cobarde, aquel que creí un gran amor jamás volvió a llamar, aquel que creí muerto me mataría a golpes, aquel que es mi amor quizás esté muerto o esté viviendo equivocado, aquel que me ama no debe existir y por supuesto todos optan por existir, aquel que me sabe ver es en realidad un ciego más, se me acusa de inexpresión, se me desea con ardor, hay uno que coje pensando en mí, pretendo recuperar el tiempo regalado a los desagradecidos, tacharía con gusto las mañanas del reloj, soy una decepción y mi gran esperanza, jamás comprenderé que mi padre muerto no volverá y recuerdo con tanto amor la vez que casi nos agarramos a trompadas, mi única amiga fue golpeada brutalmente y perdonó, fracaso en cualquier intento de planificar, me comporto como un animal herido y acorralado, soy la novia del riachuelo, soy el amor más enorme que se pueda recibir, quisiera ser musa, deseo causar dolor para ser recordada con amor, me desespera lo efímero de todos los instantes precisos, nunca aprendí a atrapar la luz, cualquier mundo empequeñece al conocerlo, se nace en la desnudez y en la primera anarquía, mi hijo muerto me salvó de su padre, ya no me asusto de mí, aquí no cabe mi vida.

martes, abril 24, 2007

Retroactividad IV

Lo encontré despeinado, en un cuarto prolijo aunque sencillo, la cara de dormido de rigor.
Me vió con asombro, se ve que le gusté. No era época de mail ni chat en mi vida, ni en la de él, así que hubo que confiar sólo en las descripciones, pero habíamos sido sinceros.
Me invitó un cigarrillo para desayunar...y yo no sabía fumar. Así que tiraba el humo para que él riera...
No recuerdo cómo llegamos a besarnos, pero sé que no quise terminar en la cama, y se ofendió. Era muy tarde ya, mi llegada fue al amanecer, y cerca de mediodía me estaba echando a la calle, indignado por mi negativa. Mi decisión era firme, iba a esperar un poco más, quería verlo de nuevo, salir a alguna parte, no ir y cojer como si fuese de entrega a domicilio. Así que me acompañó a la parada, en la vereda de enfrente, y el colectivo no llegaba...no llegaba...
No recuerdo tampoco de qué hablabamos, la situación era tensa, él estaba encaprichado, y yo más.
Pero en un momento empecé a verlo lindo, a pesar de que le había errado feo con la ropa, y le dije una sola palabra que quedó acuñada en nuestra historia:

-Reconsideramos???-

sábado, abril 21, 2007

Retroactividad III


Salí hacia la madrugada dejando un cartelito que mentía por mí sobre la mesa: -Fui al hospital a sacar turno, un beso- Y estuve de pronto en la calle, luego en el asiento del colectivo mirando por la ventanilla, después caminando bajo el alba azulada, filosa y fría, buscando la dirección del balcón ése que hasta entonces imaginaba; todo con la misma deliciosa aceleración que me marcaba el tiempo en las venas desde que cerré con llave, muy despacio, hasta que toqué timbre y pregunté por Hernán.
Y resulta que Hernán dormía, recién bañado, convencido de que ya no llegaría ésa que buscaba solamente ver qué - se - siente - engañando - a - un - novio...
Muy equivocado estaba, por cierto.

martes, abril 17, 2007

Retroactividad II


Los Redondos, nexo principal entre estos dos que con ansia nos imaginábamos...en las charlas telefónicas se oía de fondo al Indio Solari rezando su látigo durante esas noches. También el 182, que paseaba el ruido del motor por la esquina de mi casa y, cuarenta minutos después, por la puerta de la suya.
Morocho, de pelo largo y enrulado, metro ochenta, de barba...se describió. Arrastraba lo vivido en la voz, un poco enronquecida y firme.
Y seguía yendo a sentarme en casa de mi novio; a hablar con su madre de sus enfermedades, de sus otros familiares, de su ex esposo que vivía en el cuarto de arriba que alguna vez habían compartido, y que sólo salía de ahí para comer hamburguesas a la plancha, todos los días una caja de cuatro, todos los días la plancha sucia, la grasa que se montaba a la grasa; el mate dulce, frío y lavado que sebaba esa mujer tan fuerte, tan oprimida y tan desgraciada; los dos perros envejecidos y gordos que jamás aprendieron quién era yo, y me ladraban furiosos al verme llegar; los pelos en la comida, (cada vez que comía en esa casa mi plato tenía algún pelo)...y los Viernes de sexo entre los dos novatos que éramos mi novio y yo, donde gemía, exagerada, como en esas películas que nunca había visto (era claro que todos en la casa me habrían oído alguna vez, preferí no reconocerlo jamás), esas noches de Viernes donde él me decía Te Amo al acabar dentro del riguroso preservativo de la misma rigurosa marca comprado en el mismo riguroso hipermercado en caja de doce...esos Viernes donde yo esperaba que él se durmiera, para masturbarme cruzando fuertemente las piernas y sin usar las manos, mientras miraba, como una virgen lasciva y traidora, las rayitas que codifican la imagen de Venus, para adivinar esas películas que nunca había visto.

lunes, abril 16, 2007

Retroactividad I



Sórdida atmósfera...marcar, escuchar, grabar.Voces tras otras voces se presentaban, una fila de mensajes de contestador automático.
Gimientes, melancólicos, misteriosos, desesperados, infieles.
Marcando 1, envíe un mensaje, marcando 2 pida una conversación en vivo, marcando 3, bloquee al usuario, con el 4...
Algo destacó a aquella voz. Cierta belleza, sí. No recuerdo qué decía mi mensaje, ni el suyo.
Pero las conversaciones se llevaban las noches enteras y amanecían para sorprendernos, uno imaginando al otro.
Y mi novio dormía y amanecía como todo el mundo, en silencio.






Dos


Somos dos, de vez en cuando. Se abren cierres, se desatan cordones, botones escapan de su ojal...así las palabras dichas se concretan, como ver el agua congelarse.
Nos volvemos dos, lentamente, entibiando la piel con el aliento que atraviesa los labios, alimentando el pulso del músculo con más deseo del que alcanza a albergar el cuerpo.
Sonreímos donde todos prefieren devorarse, hermosos y solos.