avestrú, mei-chi y un tender en el ojal
Avestrú despertó con la cabezota en el hoyo, el hoyo despertó en la tierra.
Sentía el piecito de Mei-Chi pateándole la cola y desarreglándole el plumaje.
Se quejó sin salirse y prefirió seguir inmutable hasta que la vocecita de Mei lo tentó:
Sentía el piecito de Mei-Chi pateándole la cola y desarreglándole el plumaje.
Se quejó sin salirse y prefirió seguir inmutable hasta que la vocecita de Mei lo tentó:
- ¿No vas a salir?
- No sé - le respondió mañereando desde abajo, y Mei supo que no era un no. Se fue, de todos modos.
Al día siguiente, Mei-Chi regresó con un ramito de jazmines, pero Avestrú se quejó del perfume, pese a que no lo sentía desde el fondo del hoyo.
Mei Buscó media sandía hueca y dentro le trajo agua brillante del bebedero del parque para colocar en él las flores y que no se marchitaran ante semejante rechazo.
Las flores, que son señoritas muy orgullosas, permanecieron firmes ante semejante descortesía. Avestrú las oyó chusmear sobre él al atardecer, antes de que se durmieran entre risitas.
Mei Buscó media sandía hueca y dentro le trajo agua brillante del bebedero del parque para colocar en él las flores y que no se marchitaran ante semejante rechazo.
Las flores, que son señoritas muy orgullosas, permanecieron firmes ante semejante descortesía. Avestrú las oyó chusmear sobre él al atardecer, antes de que se durmieran entre risitas.
Sol Estival giró sobre todos una vez más, y ante los ruegos de Mei-Chi calentó la cola de Avestrú hasta que le ardiera, pero éste aplastó con su cola a las flores chusmetas en la sandía con agua brillante y se enfrió, para poder seguir durmiendo.
Mei se enojó y no regresó por unos días.
Mei se enojó y no regresó por unos días.
Anocheció tres veces, y en la cuarta, Avestrú sacó la cabeza, se sacudió, miró hacia todos lados para cerciorarse de que nadie anduviera cerca y le preguntó a Luna Creciente, su única amiga y confesora, si había visto alguna vez a Mei-Chi.
- Claro que la ví, tonto. Siempre me invoca en nombre de sus lágrimas.
- ¿Y cómo son sus lágrimas? - preguntó curioso Avestrú.
- Son como pompas de jabón.
Avestrú se marchó confundido e intrigado.
Esa noche no metió la cabezota en el hoyo.
Fue hasta el borde del arroyito y gracias a la amable colaboración de diecisiete estrellas recolectó las piedras más pequeñas y que reflejaban mejor la luz, cargándolas de a una en el pico hasta dejarlas junto a su hoyo en la tierra.
Fue y volvió todas las veces que consideró necesario, hasta que la cantidad fue suficiente.
Se dispuso a trabajar, pero Sol Estival despertó a Mei-Chi muy temprano, y al ver asomar la sombrilla roja que la cubría en el horizonte, Avestrú regresó de cabeza al hoyo y ocultó las piedritas bajo el ala...Fue hasta el borde del arroyito y gracias a la amable colaboración de diecisiete estrellas recolectó las piedras más pequeñas y que reflejaban mejor la luz, cargándolas de a una en el pico hasta dejarlas junto a su hoyo en la tierra.
Fue y volvió todas las veces que consideró necesario, hasta que la cantidad fue suficiente.
