Creo que fue culpa de Nick Drake
Escuchando a Nick Drake decidí enviarle estas palabras. Tomé la decisión (sin ninguna firmeza, por cierto) de que no nos veamos ni hablemos más. Creo que éste es el momento apropiado, antes de caer tristemente en la cuenta de que algo está marchitándose, como todas las flores que uno comete el error de cortar pretendiendo adueñarse de su belleza por unos días...sepa disculpar lo facilista de mi metáfora.
No hay mucho que decir, en realidad. Sólo cosas tales como que es una pena que no nos hayamos conocido en otro estado civil suyo, pues ahora hallo con justeza a ese tiempo transcurrido tan irreversible como la muerte misma. Y ahora sé bien qué es la muerte, desde que mi padre me falta.
Usted sabe que busco un amor. Un amor hermoso, que me colme y no me deje en paz, que se me meta por los ojos y los poros, que se me imponga y me derrote, que me doblegue, dulce e implacablemente.
Así que seguiré buscando.
Usted ya tiene un amor, y seguramente no recuerde cómo era no tenerlo, pero yo vivo esa falta todos mis días, y la estoy sufriendo en demasía.
Mientras escribo me voy arrepintiendo, pienso en nuestros pendientes, en las fotografías suyas que había imaginado, en Crimen y Castigo, en todo lo que le pedí que me enseñara y quedará trunco, en todas las palabras que le hubiese obsequiado inspiradas por su recuerdo, en putearnos frente a frente en la popular de algún Boca-River, en todas las sábanas de hotel que hubiéramos desarreglado, en que me hubiese gustado que me viera cantar creyéndome murguista en la gloria del Teatro de Verano Montevideano, en que nunca le leí el capítulo siete de Rayuela, en los dulces que le pedí descaradamente que me regale, en que a nadie le parecerán tan interesantes mis historias como a Ud...
Había considerado primeramente la posibilidad de esperar la llegada de ese momento de la decepción que Ud tanto recalcaba, pero prefiero emular una de sus retiradas gloriosas, que nadie nota jamás, que nadie recuerda, que nadie aplaude.
Y me despido de Usted y de sus oscuros y profundos ojos, de la varonil vibración de su voz, de su cuerpo en mi abrazo, de lo bueno y lo malo que Usted es.
Así que añado un nuevo y último capítulo para que relate a sus amigos, que tampoco conoceré jamás, aunque Buenos Aires es tan pequeña cuando se le antoja...
Le dejo mis besos, Usted los conoce. Me quedo con los suyos, todos los que quiso darme.
No hay mucho que decir, en realidad. Sólo cosas tales como que es una pena que no nos hayamos conocido en otro estado civil suyo, pues ahora hallo con justeza a ese tiempo transcurrido tan irreversible como la muerte misma. Y ahora sé bien qué es la muerte, desde que mi padre me falta.
Usted sabe que busco un amor. Un amor hermoso, que me colme y no me deje en paz, que se me meta por los ojos y los poros, que se me imponga y me derrote, que me doblegue, dulce e implacablemente.
Así que seguiré buscando.
Usted ya tiene un amor, y seguramente no recuerde cómo era no tenerlo, pero yo vivo esa falta todos mis días, y la estoy sufriendo en demasía.
Mientras escribo me voy arrepintiendo, pienso en nuestros pendientes, en las fotografías suyas que había imaginado, en Crimen y Castigo, en todo lo que le pedí que me enseñara y quedará trunco, en todas las palabras que le hubiese obsequiado inspiradas por su recuerdo, en putearnos frente a frente en la popular de algún Boca-River, en todas las sábanas de hotel que hubiéramos desarreglado, en que me hubiese gustado que me viera cantar creyéndome murguista en la gloria del Teatro de Verano Montevideano, en que nunca le leí el capítulo siete de Rayuela, en los dulces que le pedí descaradamente que me regale, en que a nadie le parecerán tan interesantes mis historias como a Ud...
Había considerado primeramente la posibilidad de esperar la llegada de ese momento de la decepción que Ud tanto recalcaba, pero prefiero emular una de sus retiradas gloriosas, que nadie nota jamás, que nadie recuerda, que nadie aplaude.
Y me despido de Usted y de sus oscuros y profundos ojos, de la varonil vibración de su voz, de su cuerpo en mi abrazo, de lo bueno y lo malo que Usted es.
Así que añado un nuevo y último capítulo para que relate a sus amigos, que tampoco conoceré jamás, aunque Buenos Aires es tan pequeña cuando se le antoja...
Le dejo mis besos, Usted los conoce. Me quedo con los suyos, todos los que quiso darme.