martes, abril 17, 2007

Retroactividad II


Los Redondos, nexo principal entre estos dos que con ansia nos imaginábamos...en las charlas telefónicas se oía de fondo al Indio Solari rezando su látigo durante esas noches. También el 182, que paseaba el ruido del motor por la esquina de mi casa y, cuarenta minutos después, por la puerta de la suya.
Morocho, de pelo largo y enrulado, metro ochenta, de barba...se describió. Arrastraba lo vivido en la voz, un poco enronquecida y firme.
Y seguía yendo a sentarme en casa de mi novio; a hablar con su madre de sus enfermedades, de sus otros familiares, de su ex esposo que vivía en el cuarto de arriba que alguna vez habían compartido, y que sólo salía de ahí para comer hamburguesas a la plancha, todos los días una caja de cuatro, todos los días la plancha sucia, la grasa que se montaba a la grasa; el mate dulce, frío y lavado que sebaba esa mujer tan fuerte, tan oprimida y tan desgraciada; los dos perros envejecidos y gordos que jamás aprendieron quién era yo, y me ladraban furiosos al verme llegar; los pelos en la comida, (cada vez que comía en esa casa mi plato tenía algún pelo)...y los Viernes de sexo entre los dos novatos que éramos mi novio y yo, donde gemía, exagerada, como en esas películas que nunca había visto (era claro que todos en la casa me habrían oído alguna vez, preferí no reconocerlo jamás), esas noches de Viernes donde él me decía Te Amo al acabar dentro del riguroso preservativo de la misma rigurosa marca comprado en el mismo riguroso hipermercado en caja de doce...esos Viernes donde yo esperaba que él se durmiera, para masturbarme cruzando fuertemente las piernas y sin usar las manos, mientras miraba, como una virgen lasciva y traidora, las rayitas que codifican la imagen de Venus, para adivinar esas películas que nunca había visto.